domingo, 10 de julio de 2011

Lágrimas purificadoras

La autora espera que este poema anime a las personas que están pasando por situaciones extremas.

llanto de mujer


Soles, oh soles de mis jornadas,
soles radiantes de días buenos,
tan buenos eran que avergonzada
me quedé un día por todos ellos.

Y es que… las tormentas que estaba viendo
en tantas vidas que me rodeaban,
tornaron mi placentero cielo sereno
en violenta culpa que me azotaba.

¿Quién era yo para ser librada
del dolor y la pérdida, del desdén y el llanto?
¿Por qué sólo el bien siempre me dabas
y de mí ahuyentaste todo quebranto?

Y yo te dije, Dios, aquel día
Que ya llorar yo no sabía…
¡qué insensata fui que así pedía
amenazantes nubes sobre mi vida.

Cual ciegos erramos por el páramo frío
Sin percatarnos de aquel nublado
Que cercando iba nuestro camino,
Hasta que sin salida nos encontramos…

¡Con qué crueldad se desató el viento
Contra nuestros débiles, incautos cuerpos!
¡Y mis ojos anhelantes de llanto intenso,
De tristes cortinas acuosas se cubrieron!

Tan desgarrante era aquel dolor
Que yo me dije, mi buen Señor,
Que si por esa escuela pasar debía yo,
No dejaría de aprender ninguna lección.

Y aún estamos en la inhóspita meseta,
Aún el turbión azota nuestras vidas.
Todos nos dicen “no hay una puerta,
No hay para ustedes ni una salida…”


Aún las lágrimas, cual perpetuas cortinas,
Se deslíen por nuestras cansadas pestañas,
Mas son ellas las que pulen y afinan,
Las que embellecen el carácter y el alma…

Y pese a todo y contra todos,
Yo, mi Señor, en ti confío,
Que levantar al hombre puedes del polvo
Y echar por tierra, al que se muestra altivo.

Por eso, seguimos avanzando en el desolador
Valle de sombras de muerte,
Sabiendo que el brazo de nuestro Señor
Sigue siendo poderoso y fuerte.

Mirta de Eisenkölbl

20.06.10

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