sábado, 27 de octubre de 2012

La Señora de las Navidades

LA SEÑORA DE LAS NAVIDADES En memoria de Adela Hacker Eisenkölbl 4-agosto-2012
Si alguien simbolizaba una exquisitez culinaria, esa era Adela. Ella le daba el toque a los eventos y las cosas, cuando de comida se trataba. Su vida no había sido fácil. Había sufrido muchísimos sinsabores y limitaciones económicas, pero Dios le había dado un gran motivo para vivir: su hijo Carlitos. Por él luchó, para él vivió, todo lo hacía por él. Así que, aunque tuviese a la mano un puñado de harina, sal y algo de aceite, ella se las ingeniaba para hacer algo realmente sabroso. No había barreras para Adela… Tenía un temperamento difícil. Y es que así son todas las personas con capacidades excepcionales. Cuesta entenderlas, cuesta compartir con ellas, pero cuando tienes la suficiente hondura de alma y te das cuenta del valor de las personas, minimizas lo que los demás agrandan, ignoras lo que a los demás alejan y entras en el mundo de las grandes personas, cerrado para muchos, enriquecedor como pocos. Mi vida fue enriquecida con la vida de Adela. Ella había sido amiga íntima de mi suegra. Sabía de ella secretos velados para la mayoría, por eso, cuando murió dejando ocho hijos, Adela los acogió y les dio el amor de madre que necesitaban. Con sus escasos recursos hizo lo posible por alegrar la vida de los que amaba, por eso ellos la recuerdan como “la señora de las Navidades”. No podía pasar una Navidad sin las deliciosas y variadas galletitas de Adela. Galletitas de anís, galletitas de coco, ¡galletitas de jengibre! (¿Tendré la dicha de probar nuevamente esa exquisitez?)… Adela sabía amar… Aunque su extremo sentido de la realidad, con toda su crudeza, espantaba a muchos, uno podía leer en sus preguntas formuladas casi como al descuido, en la atención que le ponía a las cosas, en el interés súbito que manifestaba, su amor y su preocupación. Yo la entendía… era mi amiga… sabía obviar sus respuestas irónicas, callaba ante sus justos reclamos, la cubría con lo que necesitaba: el abrazo afectuoso de una hija, el “te quiero” sincero en el momento oportuno. Adela era como la suegra que nunca tuve y que (contra lo que muchas de las mujeres desean) siempre quise tener… Adela Hacker Eisenkölbl era el archivo más grande que teníamos de la historia de los Eisenkölbl. Era mi sueño compartir madrugadas con ella tomando mate y escribir lo que sabía. Pero la vida pasa inexorablemente y te hace pagar lo que no hiciste a tiempo. Ahora el libro se cerró y toda su riqueza quedó guardada para siempre jamás. Los Eisenkölbl perdieron muchísimo con su partida… Mi hija de diez años dijo: “Mamá, quiero que sepas, que aunque pasen los años, nunca, nunca tendré otra tía mejor que la tía Adela…” Pero también agregó: “¿Sabes qué es lo malo de todo? Que después que te mueres, y el tiempo pasa, te olvidas del rostro de las personas, te olvidas de cómo eran en su interior…” Es una realidad amarga. Pero hoy es hoy, y el mañana es lejano e incierto. Hoy quiero recordar a esta gran mujer y expresar lo que siento para que, cada vez que la recuerde, este momento vuelva fresco y nítido a mis pensamientos y mi sentir. Adela se ha ido, pero… ¡la volveré a encontrar en los Cielos! Porque ella tuvo la suficiente inteligencia de reconciliarse con Dios por Jesucristo, cuando aún era tiempo. Por eso, aunque la partida sea traumática y sumamente dolorosa, como todas las partidas a la inmortalidad, queda el suave y consolador perfume de la inefable palabra divina que asegura: “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Voy a extrañar a Adela… ¡Cómo la voy a extrañar! Con el cariño de una casi hija, Mirta López de Eisenkölbl

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Aprecio mucho su comentario. Cordialmente, Mirta Delia.