miércoles, 22 de junio de 2011
Diana de gloria
De súbito estallan las rosas,
Los lirios, y estallan los versos en salva floral,
Los viejos palmares despeinan al viento melenas gloriosas,
Y agita los bosques de lauros un soplo marcial.
De entre las cenizas de fuego sagrado, la luz resucita,
¡La aurora es! ¡por fin!
¡Repican los bronces! ¡Revuela la salva infinita!
¡Del labio del épico vate, recita
su diana mbajá de las glorias el áureo clarín!
Y el eco viril que retumba
Sacude los huesos del Héroe, caído al lanzazo imperial.
¡Sacude y despierta en su tumba
al férreo varón de la guerra que fue el Mariscal!
¿Lo veis? Galopando se va al campamento,
Jinete en su blanco corcel Mandiju,
Su rostro aleonado ilumina marcial ardimiento,
Tal cual se le viera sobre los collados de Paso Puku.
De nuevo arrebata su invicta bandera de las cien batallas,
Y lleva a clavarla sobre las colinas de Cerro León.
Hora de diana. Convoca a su tropa diezmada a metrallas:
Va a leer el texto de su testamento para la Nación.
“Mis fieles leones: la Patria os entrega su suerte,
Héroes de Corrales, Tuyuti, Riachuelo, Sauce y Boquerón…”
Prorrumpe aquel fuerte
Señor de la guerra, con voz de ciclón,
Y un tropel de sombras la mirada advierte…
Dejando sus tumbas en bosques y esteros, saltando la muerte,
Cien mil paladines se alistan bajo el pabellón.
(¡Oh sombras, oh sombras sagradas;
De vuestras hambrientas fatigas y glorias pasadas,
Dadme que se nutra de fe y de constancia mi vil corazón!)
¡Por entre el tumulto de gladiadores sin brazos,
Sin piernas, sin rostros, pasa Kala-a,
Llevando las vísceras a rastras! ¡Dos pasos
De allí cruza Genes, cíclope de un ojo, y allí cerca está
Díaz mutilado! El otro es un niño cribado a lanzazos!...
¡Todos resucitan al pie del coloso Cerro Corá!
¡Oh sombras, manes de la historia!
Hay quienes grabaron, por vuestro epitafio, este mote: Traidor.
¡Hay quienes escupen ponzoñas en vuestra memoria!
Ellos no supieron del hambre y de la asfixia, de vuestro dolor,
Y a vuestros martirios llamaron “batallas sin gloria”,
Tranquilos caínes bajo de las carpas del fiero invasor.
(¡Oh sombras, oh sombras sagradas:
De vuestras gloriosas carnes lanceadas
Dadme las cenizas, que aquí las refresquen mis llantos de amor!)
Entre las indómitas huestes reunidas,
El Héroe Supremo, cubierto de heridas,
De pie ante su siglo, aquel gran paladín,
Relee estas grandes palabras vívidas:
“Vencer o Morir” puestas en la cinta de su áureo espadín.
¡Su espada refulge centellas de muerte y de vida!
¡Su voz electriza a la Patria de uno a otro confín!
Y entonces, debajo del lauro de ramas floridas,
Su diana mbaja de las glorias recita el clarín.
Manuel Ortiz Guerrero
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