domingo, 26 de junio de 2011

La esmeralda

barco hundido
El rey quiere jugarse su reino
contra la esmeralda
fabulosa del extranjero.
La esmeralda que tiene
la mar dentro,
toda la mar con todos sus corales
y sus flores con profundo silencio.
Toda la mar con todos sus navíos
náufragos en el abismo inmenso,
por cuyos flancos rotos
se ven tesoros pretéritos,
entre espadas antiguas
y ancianos capitanes muertos.
La esmeralda en cuyos fríos reflejos
perdura el miedo
de la alta mar lejana como el cielo.

Como un entrechocar de calaveras
en el fondo de un féretro,
los dados han caído
en la mesa real
con golpe siniestro.

El rey ha perdido su reino,
con todas las alfombras de palacio,
con el alegre tintineo
de las copas de plata
y las roncas trompas de los monteros.
Con sus blandos cortesanos
y sus duros guerreros.
Con las cien ventanas
por donde salían a verlo
cien damas de raso y terciopelo.

Ya las hijas del rey
dejan sus diademas en sus alhajeros,
y llorando se casan
con tres palafreneros.
Ya del brazo las llevan hacia la oscura cuadra,
entre lágrimas nobles y risas de plebeyos.

En su féretro de oro
la reina madre lloraba en silencio.

El rey, espada en mano,
en las gradas del templo
disputaba su pan a los mendigos.

El león del escudo lo seguía
gimiendo como un perro.


Conrado Nalé Roxlo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aprecio mucho su comentario. Cordialmente, Mirta Delia.