No es sapuqueño
quien no ama a su pueblo;
no ama a su pueblo
quien vive en su suelo,
respira su aire,
disfruta su cielo
tan negro y sereno,
y sabe que mata
a hombres honestos,
y sabe que roba
la vaca del pobre,
la chacra del bueno.
No es sapuqueño
quien por tener más,
el futuro despoja
a un sitio que merece
una nueva oportunidad.
No es sapuqueño
quien le robó el corazón a Sapucai:
cada riel de sus vías,
cada tornillo y espiga
que a su taller daba vida,
y la voz que el silbato
hacía al mundo escuchar.
No es sapuqueño
quien a escondidas,
con manos blancas,
metió su mano criminal
en el sangrante útero
de la expectante mamá
para robarle el infante
que su gloria iba a mostrar.
No es sapuqueño.
¡No! ¡No lo es!
Quien no busca el bien de Sapucai.
Es tan sólo un arribeño,
un paria sin tierra,
pues que traiciona al suelo
más noble y más bello
que al Paraguay le naciera.
No diga, pues, tal infame
que es del pueblo de Sapucai.
Mirta López de Eisenkölbl
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